miércoles, 6 de septiembre de 2017

La inmortalidad

Ha muerto una persona que conozco. Tengo sentimientos encontrados, recuerdos que se agolpan, sensaciones extrañas, amargas y dulces. Pero sobre todo, pienso en la fragilidad de la vida. Hoy estás y mañana no, asi de simple. Así de simple y aterrador. Nos creemos inmortales, que a nosotros no nos va a tocar, que somos los protagonistas de la película y que al prota nunca le pasa nada. Pero ésto no es James Bond 007, esto es Juego de Tronos. Te vas y no tienes ninguna certeza de que haya un viaje al otro lado esperándote, no, eso es un mero consuelo para el que no concibe que la vida es ésta y que no hay nada más. O quizá si lo hay, quién sabe. De camino al trabajo, he visto a un hombre hacer cruces de agua bendita a unos árboles que se encontraban frente a su camión estacionado. Supongo que buscaba la protección espiritual contra cualquier mal que le pudiese ocurrir. Eso no deja de ser un llamado a la brujería, camuflado bajo el manto de la religión católica. Mismo perro con distinto collar. Pero es que al final, ese hombre, que cree firmemente en el más allá que le ofrece su religión, aún tiene miedo de ese momento, aún tiene miedo a morir. Quizá en el fondo de su corazón, no es tanta la firmeza que posee.
Pero ya no nos morimos como antes. Ya no dejaremos simplemente un cuerpo vacío bajo dos metros de tierra, o una urna de cenizas en la repisa de la sala. Mi amigo se ha muerto dejando toda una vida de recuerdos en sus redes sociales, como si de un obituario perpetuo se tratara. Podremos ver todos sus momentos importantes, o los que él así consideró. Fotos, videos, artículos, comentarios y opiniones. Todo al alcance de aquel que desee no solo recordarle, sino también conocerle de verdad. Hoy en día ya no existe el anonimato, y las redes sociales son lo más parecido a la inmortalidad que tendremos jamás. Hay mucha gente que teme por su privacidad, pero es posible que haya que cambiar la mentalidad y adaptarse a los nuevos tiempos, abrazar la inmortalidad que representa el cíber-espacio. Porque tenemos miedo a morir, y cada muerte cercana es lo que nos recuerda, que es posible que el siguiente seamos nosotros. Así que debemos recordar que en estos tiempos, lo que publicamos es lo que quedará para la eternidad. Y lo del Más Allá, ya se verá... o no.