lunes, 26 de septiembre de 2011

Calor

Llevo viviendo dentro de este volcán desde hace casi siete meses. En mi casa estaba raro, incómodo, notaba algo pero no sabía qué era, hasta que un día por fin me di cuenta: tenía frío, tenía mucho frío. Mi piso tenía calefacción central, así que a lo mejor el portero todavía consideraba que no era época para ponerla en marcha, pero es que yo tenía mucho frío, por lo que me compré un radiador de esos con ruedas y lo puse a todo trapo. Me lo llevaba a todos lados, al salón, al dormitorio, al baño, a la cocina, pero realmente no acababa de subirme la temperatura. Me pasaba el día tiritando, no podía esperar a que el portero se decidiera a encender la dichosa caldera, no tuve más remedio que contratar la calefacción de Gas Natural. Me la instalaron muy rápido, de un día para otro, y con eso puesto a toda mecha y el radiador también, me bajó un poco el frío, pero todavía no lo suficiente. Finalmente, mi portero puso en marcha la calefacción central. Ni por esas, con los tres tipos de calefacción yo seguía tiritando. Decidí cambiar de país y me mudé a Bombay, porque me habían dicho que era la ciudad más calurosa del mundo. No os creeríais el frío que pasé en Bombay, y eso que me había llevado mis calefactores conmigo.
Desesperado y al borde de la congelación decidí venirme a vivir al cono de un volcán activo. Aquí dentro no se está tan mal, bajo a la civilización a cambiar mis trajes de amianto estropeados y las bombonas de oxígeno, pero poco más, porque salir de aquí me supone acabar de nuevo tiritando. Rodeado de lava líquida ya no tirito, aunque reconozco que aún no es el calor que necesito. Lo único que subía de verdad mi temperatura era el roce de su piel, pero como eso ya no es posible, estoy pensando en que la próxima vez que baje al pueblo me pillo otro calefactor.

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