martes, 13 de marzo de 2012

El extra

Me he convertido en un extra del guión de mi propia vida. Me he dado cuenta esta mañana, cuando he me he puesto a revisar el guión mientras desayunaba. Al principio, pensé que se trataba de un error, pero en la segunda lectura ya he salido de dudas. ¡No tenía ni una frase en todo el guión!
Al parecer, primero mi perro me ladrará para que le saque a hacer sus necesidades antes de ir a trabajar. Yo le miraré con resignación y le pondré la correa. En el parque me encontraré con la vecina del cuarto, esa que tiene un Yorkshire que cuando ladra hace el mismo sonido que ella al reír. La vecina me saludará enérgicamente preguntándome qué tal estoy, pero cuando yo haga un gesto de responder, directamente comenzará a contarme toda su vida con pelos y señales, su marido que se pasa el día gruñendo mientras ve el fútbol, su hijo que no da palo en la universidad, con lo que les cuesta la matrícula, y su Yorkshire, que es su única alegría pero que se pelea con todos los perros del barrio. Cuando por fin vaya a dejarme meter baza, el maldito bicho la emprenderá contra mi pobre Freud, así que no me quedará más remedio que irme sin decir ni esta boca es mía.
La prota de la segunda escena de mi vida será mi portera, que me pillará saliendo del edificio con intención de irme a trabajar. Me perseguirá hasta el autobús sin parar de recriminarme que ayer sacara la basura después de la hora de recogida, que ella no es esclava de nadie y no puede estar recorriendo las escaleras enteras de arriba a abajo a todas horas. En el autobús intentaré dar los buenos días al conductor, pero es de esos que van con gafas de sol para que nadie se dirija a él, por lo que me ahorro el intento. Lo de esa escena es menos evidente que no hablo, porque nadie lo hace, todo el mundo va con cascos o leyendo en esos modernos libros electrónicos, o las dos cosas.
Nada más llegar a la oficina, me estará esperando una de las secretarias para decirme que mi jefe me busca para echarme la bronca. El otro no me dejará ni abrir la boca, me echará la peta por lo del proyecto que mi compi ha dejado a medias y que por lo visto es responsabilidad mía el que el otro no haya hecho su trabajo, sobre todo si el otro es cuñado de tu jefe. Me pasaré el resto del día solo, encerrado en el despacho, intentando arreglar el desaguisado del cuñadito, el cual, por cierto, se pasará así como a última hora para decirme que si el jefe o su hermana preguntan por él, que diga que está currando conmigo y que ahora mismo se encuentra en el baño. "Hoy por mi y mañana por ti" me dice mientras me guiña un ojo. Ni siquiera esperará a que le responda. se irá antes.
Llegaré a casa ya de noche, veré a la portera trasteando en la portería, y aprovecharé un descuido suyo para colarme en el ascensor. Freud me saludará con un ladrido poco efusivo. Antes se alegraba mucho al verme, pero ahora lo hará sin ganas. A nadie le da alegría ver a un extra.
Ni una frase, en todo el día. He pasado de ser el prota de mi vida a ser una figuración especial con frase y finalmente un extra mudo. Es duro no pintar nada en tu propia vida. Aunque supongo que es culpa mía, porque yo nunca quise ser prota, no me gustaba llamar la atención. Intentaba pasar desapercibido al máximo, por aquello de que cuanto menos se fijen en ti, menos problemas tendrás. Pero he puesto tanto interés en ello, que ahora ya no pinto absolutamente nada en esta peli. Desde luego, es verdad que así tengo menos problemas, pero de lo que me he dado cuenta es de que, sobre todo, lo que menos tengo son alegrías.

miércoles, 7 de marzo de 2012

El invierno enamorado

Otoño supo que aquella pasión había acabado cuando comenzaron a caérsele las hojas. Invierno y otoño llevaban juntos mucho tiempo, desde que se conocieron la primera vez no pudieron separarse más. Pero nada es para siempre, y finalmente, el aire melancólico de Otoño hizo mella en la relación. Todo se iba enfriando cada vez más, la chispa había muerto, no había ni siquiera ganas de discutir. Hasta que un frío 23 de diciembre, Otoño se marchó.
Invierno se quedó solo, desconsolado, perdido y sin rumbo por entre el gentío que celebraba los excesos de la navidad y el fin de año. Así que todos aquellos que os preguntais porqué os sentís tan desdichados en esas fiestas, ya sabéis que la respuesta es la desolación del corazón roto del pobre Invierno.
La soledad se hizo cada vez más patente, comenzando el año sin tener con quién, encontrando a cada esquina un recuerdo que creía haber perdido y que le arrancaba cruelmente otro trocito de su indefenso y frágil corázón de hielo. Invierno tapó todos los marrones y ocres con el blanco más puro, en un intento de reclamar la atención de Otoño, como diciendo que sus colores eran corruptos, malvados, frente a la pureza de su blanco dañado. Son esas cosas que hacemos para intentar de manera vana mantener un contacto con quien ya no quiere saber nada de nosotros. Pero el otro no respondió, no dio señales de vida. Entonces, Invierno optó por la estrategia de hacer que la cosa iba estupendamente, que era feliz y todo eso, así que en febrero montó unas fiestas de carnaval de agárrate y no te menees, con un montón de colores y músicas. Pero Otoño tampoco se dio por aludido, porque la verdad es que cuando algo se acaba, se acaba, y las mil estrategias que montemos solo sirven para anclarnos en el pasado y el dolor. Invierno comprendió esto y por fin dejó escapar el llanto tanto tiempo contenido durante el entierro de la sardina.
Llegó marzo y con él la tranquilidad. Invierno había dejado que el dolor se fuera, cerró la puerta y se encaró a la soledad con firmeza y serenidad. Ya no tenía miedo, estar solo no es tan malo, le ayuda a uno a conocerse mejor, y descubrir cosas maravillosas de tu propia persona. Y en esta serenidad, de repente, percibió un nuevo calor. Levantó la vista hacia la dirección desde donde llegaba aquel calor y entonces vio a Primavera, hermosa, esplendorosa, rodeada por los colores más vivos y la mirada más brillante. Y de esta manera, cuando ya lo daba todo por perdido, Invierno volvió a abrir su corazón, y el 23 de junio, Invierno y Primavera tuvieron un hermoso y radiante bebé al que llamaron Verano.