domingo, 27 de noviembre de 2011

Sonidos y silencios

Esto que estás leyendo son mis pensamientos. Quiero decir que si en lugar de escribirlo tuviese que explicarlo en voz alta me sería imposible. Esto no es porque mi aparato fonador no funcione, que lo hace perfectamente, lo que no funciona es mi oído. Soy sordo de nacimiento, completamente sordo. La gente tiene la costumbre de llamarnos sordomudos, pero que no hablemos no significa que no podamos articular sonidos. Esto lo demuestro yo con unos gritos que, al parecer, son absolutamente estupendos.
En mi cabeza no existen los sonidos, ninguno de ellos, y a lo máximo que llego es a asociarlos con las vibraciones, ya sabes, en el plexo solar, soy capaz de sentir las ondas sonoras. Esto me vale para quedar bien cuando voy con los amiguetes a cualquier discoteca. La gente flipa cuando me ve bailar al ritmo, incluso alguno cree que le estoy tomando el pelo, que no soy sordo realmente. Yo lo llamo mi número de magia.
Mi Padre es médico, un cardiólogo de afamada reputación, de esos que están acostumbrados a que todo en su vida sea perfecto. Así que cuando yo nací, la cosa se le torció bastante. Mi padre debía tener un hijo perfecto y no lo que yo era. Mi madre siempre ha sido muy complaciente con él, pero cuando mi padre decidió que debían operarme, ella se opuso rotundamente, por fortuna para mi, porque esas operaciones son peligrosas, te hurgan en el cerebro y no siempre tienen muy buenos resultados. Ante el fracaso de su propuesta, mi doctorado padre optó entonces por separarme de la comunidad sorda, no permitió que yo aprendiera el lenguaje de signos y que sólo me comunicara con oyentes, leyendo los labios. Mi padre no entendía lo que me pasaba por la cabeza, ¿has intentado imaginar como serían tus pensamientos en el más puro silencio? Mis ideas son sólo imágenes, por eso es tan importante para mi aprender el lenguaje de signos, una lengua apoyada exclusivamente en imágenes que me permite pensar con claridad y expresar lo que realmente siento.
Finalmente, crecí y me independicé. Ahora voy a la asociación de sordos a aprender a comunicarme en mi lengua materna. Mi padre está enfadado, pero espero que algún día lo entienda. No tienes ni idea de lo que es estar totalmente aislado. Tú cuando llegas a tu casa, pones la tele, la radio, el ordenador, escuchas música, oyes las noticias mientras haces de comer, etc. Yo estaba solo, imposibilitado, incapaz de comunicarme. Hoy soy libre, tengo amigos, hablo y expreso mis sentimientos. Ya no me dejo ninguno dentro. Por eso, cuando veo a alguien que es capaz de hablar, de comunicarse con su entorno, y en lugar de eso, decide no hacerlo y se queda aparte del mundo por propia elección, siento una terrible pena, porque si no expresas lo que sientes, entonces nunca compartiras nada con los demás, te negarás a ti mismo la posibilidad de ser feliz.

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