martes, 3 de enero de 2012

No me olvides

Lo de la memoria de Carmen comenzó poco a poco, de esas cosas que al principio no das importancia: el no saber qué día de la semana era, el nombre de un primo lejano, loa enseres de la compra... Cosas típicas de la edad, pensaba Gerardo, que ya eran muchos años a la espalda y que uno se olvide de esas tonterías pues es lo más normal del mundo. Pero lo cierto es que su memoria fue a peor, hasta que un buen día, Carmen olvidó quién era Gerardo.
Que el amor de tu vida, con el que has pasado casi sesenta años, de repente no sea capaz de reconocerte es un golpe demasiado duro, es como que te arrancan una parte de ti mismo, porque tus recuerdos no son de ti solamente, sino que son recuerdos de dos y si uno de ellos los olvida, es como si jamás hubiesen existido. Así que Gerardo no iba a permitir que su vida desapareciera, porque puede que no fuese la mejor vida del mundo, pero era la suya, la suya y la de su mujer, y había sido una buena vida. Si todos los pretendientes que la habían rondado no le echaron para atrás cuando eran jóvenes, una enfermedad estúpida no lo iba a hacer ahora. Así que Carmen no le recordaba, ¿verdad? pues entonces, lo que tendría que hacer era volver a enamorarla, tampoco sería tan difícil, porque ella no sabría quién era él, pero él la conocía perfectamente a ella.
La mujer estaba sentada en el comedor de su casa cuando apareció su marido. Gerardo llevaba el traje de los domingos y un ramo de Nomeolvides, las flores favoritas de ella.
- Buenos días, señorita -dijo él acercándose a ella-, ¿me permite acompañarla en este ratito?
- Oh, me encantan estas flores -dijo ella a modo de respuesta-. ¿Es usted de por aquí?
- De aquí al lado -Gerardo puso el cd en el reproductor como le había explicado su nieto Antonio-, ¿le parecería un atrevimiento si le pido que baile conmigo?
- Recuerdo esta canción, era mi preferida...
Carmen se dejó levantar, tomada de la mano, con los ojos brillantes y ligeramente ruborizada. Mientras bailaban, ninguno de los dos pudo apartar la vista del otro. Y así estuvieron un buen rato, disfrutando de su compañía mutua como si fuera la primera vez, para ella porque no recordaba las anteriores, para él porque era todo como cuando se conocieron.
- Dígame, señorita -dijo él al final de la cita-, ¿me concedería el honor de poder visitarla de nuevo mañana?
- Me encantaría, caballero -respondió ella emocionada-, pero no sé si le voy a recordar, últimamente no sé dónde tengo la cabeza.
- No se preocupe, no tiene usted que recordar nada, ya lo haré yo por los dos.
Y así, todos los días, Carmen y Gerardo tenían de nuevo su primera cita.

7 comentarios:

  1. Leedlo escuchando esta canción ;-)
    http://www.youtube.com/watch?v=I5JQ1m3mxKw

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  2. Es un poco "50 primeras citas", pero me gusta mucho este primer relato de 2012.

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  3. Como era de esperar al terminar el primer párrafo ya se me estaban cayendo las lágrimas... ha entrado directo a mi corazoncito...

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