jueves, 17 de marzo de 2011

La sangre altera

- Como ya le he dicho, esto que me pasa es amor del más puro, oiga, del bueno de verdad. Que estaba yo fumando en la puerta de mi trabajo (bueno, en la esquina del edificio, que ya ni en la puerta nos dejan fumar) y la vi entrando en la cafetería y en ese mismito momento, se me empezó a revolver el estómago al son de las mariposillas que revoloteaban a mi alrededor. Esa misma noche ya no pude dormir, con la cabeza como un bombo, dándome vueltas todo el rato y pensando en ella sin parar. Hasta mocos me salían de la emoción!
Al día siguiente, me fui directo a la cafetería a desayunar, sólo porque la había visto entrar allí. Y cuando entro, bam! resulta que era la camarera! Y yo voy y me pongo de los nervios, más apurado que una monja en un prostíbulo, sin saber qué hacer o qué decir, buscando la carta de desayunos y sonándome los mocos, que ya se me caían a raudales. Madre mía, salí del dichoso sitio sin decir ni mu, y con los ojos totalmente enrojecidos de puro amor.
Y así me paso los días, la veo entrar, la veo salir, atiende a los clientes siempre con una hermosa sonrisa que dan ganas de comérsela y soy incapaz de decir ni esta boca es mía, que lo único que tengo es una presión en el pecho y un dolor seco en los huesos de todo lo que estoy sintiendo. Tiene que ayudarme, doctor, ayudarme a vencer este miedo escénico a hablar con ella, porque estoy seguro que es el amor de mi vida. No sé ni cómo se llama, pero estoy absolutamente enamorado de esa mujer y por su culpa la cabeza me retumba, el pecho me ahoga, los huesos me rechinan, los ojos me escuecen y hasta la nariz me chorrea.
- Sí, sí, ya me lo ha dicho. Dos veces. Y yo le repito que ni amor ni gaitas. Lo que usted tiene es una alergia primaveral como un burro, así que se me toma este antiestamínico genérico, una pastillita cada ocho horas, y verá qué pronto se le pasan esos amoríos con la camarera.
- Me cago en la puta primavera de los cojones...

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