lunes, 9 de mayo de 2011

Pablete todo lo logra


Pablete siempre estaba sonriendo. Tenía una sonrisa poderosa, de esas que no puedes evitar sentir el contagio. Y cuando la gente preguntaba a qué se debía aquella eterna sonrisa, él no respondía, simplemente se limitaba a seguir sonriendo y a acariar la pequeña caja que llevaba en su mano izquierda. Aquella cajita era otro de los misterios que rodeaban a Pablete. Un día apareció con ella en la mano, así sin más. Años hace ya de aquella primera vez, pero nadie volvió a ver al muchacho sin ella. Salía con sus amigos, iba al cine, acudía al trabajo, y hasta en la cama le podías encontrar con con su espléndida sonrisa y su misteriosa cajita.
Lo cierto es que la gente no acababa de entenderlo. Al principio, nadie daba un duro por el chaval; es decir, era un tipo simpático y gracioso, con cierto talento, es verdad, pero no parecía tener el carácter necesario para triunfar en la vida. Sin embargo, un día apareció con aquella caja y cuando le preguntaron por ella simplemente respondió con una sonrisa "contiene lo que me hace falta para lograr el éxito". Ni qué decir tiene que todos rieron ante semejante ocurrencia. No, definitivamente, Pablete no era de los que llegan al éxito, de ninguna manera...Él sabía que todos pensaban eso, pero le daba igual, en su pequeña caja tenía todo lo necesario para demostrarles que se equivocaban, y al pensar en ello, su contagiosa sonrisa llegaba a convertirse en la más burbujeante de las risas.
Y el caso es que, con el tiempo, Pablete irradiaba más y más confianza en aquello que escondía la caja. Así que todos, de alguna manera, empezaron a plantearse que quizá tenía algo verdaderamente importante, algo que nadie más podía tener, algo que cualquiera querría poseer.
Finalmente, Pablete triunfó. Consiguió llegar a lo más alto, alcanzó todas y cada una de las metas que se había propuesto, siempre acompañado por su sonrisa y su enigmática cajita. Un día decidió revelar al mundo el secreto de su éxito. Convocó una rueda de prensa a la que acudieron los medios de comunicación de un montón de países. La gente se apiñó frente a sus televisores, muertos de curiosidad y con la esperanza de que lo que Pablete les revelara esa noche les cambiaría la vida para siempre. Él los miró en silencio, por supuesto, sonriendo, y lentamente abrió la caja y mostró su contenido al mundo. Lo que había en el fondo de la cajita era un espejo.


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