miércoles, 15 de diciembre de 2010

Ambiciones



El pequeño Richard era el grumete del Pequod, el barco del capitán Ahab. Richard se había incorporado hacía unos pocos meses a la tripulación, así que cuando llegó, el capitán ya se encontraba en aquel lamentable estado. Era un ser gris y amargado, destrozado física y mentalmente. Ahab estaba obsesionado con acabar de una vez por todas con Moby Dick, la enorme ballena blanca que reinaba sobre los mares.
Al principio, Richard pensó en todo aquello como en una gran aventura, perseguir a través de los océanos a aquellos enormes monstruos le hacía pensar en sí mismo como si de un caballero medieval se tratara, un matador de dragones y liberador de princesas. La lucha del hombre por dominar la naturaleza, el bien contra el mal. Y estaba bien, era peligrosamente divertido. Pero poco a poco, aquella idea se fue difuminando en su cabeza. El capitán no perseguía ballenas, no quería ganar dinero, ni vivir de la más excitante pesca, sólo quería a la maldita ballena blanca. La desesperación se fue adueñando de la tripulación en el transcurso de los meses. Ahab se encerraba en su cuarto durante horas, buscando las rutas por donde podía haberse fugado el leviatán. Richard le llevaba de comer al camarote, pero el otro apenas le prestaba atención, y terminó por dejar de probar la comida.Aquello ya no era divertido. Los días se hacían cada vez más eternos, y las noches más y más frías, mientras perseguían aquel sueño que se había convertido en pesadilla. Lejos de cualquier costa, El pequeño grumete ya no soñaba con dragones, sino con volver a casa con los suyos.Una noche, encontró a Tashtego, el piel roja, afilando los arpones en cubierta bajo la luz de la luna. Richard se sentó a su lado, le gustaba pasar el tiempo con el indio, que siempre acababa por enseñarle algo.
- ¿Por qué preparas los arpones, estamos cerca de Moby Dick? -se interesó-.
- Nunca se sabe, siempre hay que estar preparados -contestó el otro sin apartar los ojos de su tarea-.
- ¿Qué haremos cuando la cacemos?
- Celebrarlo por todo lo alto.
- ¿Y después?
- Eso lo decidirá el capitán.
Richard se quedó un momento en silencio, reflexivo.
- No creo que Ahab esté pensando en qué haremos cuando hayamos matado a la ballena -concluyó-, no creo que pueda pensar en otra cosa que no sea en ella.
- Seguramente -respondió el otro de manera seca-.
-¿Y por qué le seguimos, entonces?
El indio dejó a un lado su tarea y miró al grumete durante un segundo.
- No siempre fue así -dijo al fin-. Ahab era un hombre bueno, trabajador incansable, se preocupaba de sus hombres, era un buen capitán.Por eso le seguimos, en recuerdo del hombre que fue.
-¿Y qué fue lo que le pasó?
- Que se empeñó en perseguir un sueño que no era para él -respondió el otro sin dudar-, y cuanto más tiempo pasa, menos es capaz de admitirlo y más se empeña en algo que nunca llegará a sus manos.
Y el resto, es historia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario