miércoles, 15 de diciembre de 2010

El hueco



El día se presenta completo. Me levanto temprano (o lo que yo considero temprano), bebo agua para ayudar a mi estómago a volver a la vida. Hago algo de deporte (no es algo diario, me gustaría pero no lo es) y me doy una ducha refrescante. Mi primera intención es tomar un frugal desayuno después de hacer deporte, pero siempre me demoro, así q al final hago tiempo hasta el almuerzo. Dicen q lo mejor para llevar una buena dieta y no engordar es tomar cuatro o cinco comidas, quizá radica ahí el problema, porque lo normal es q acabe comiendo sólo un par de veces al día. Así q después de salir del baño enciendo el ordenador, reviso mis correos, echo un vistazo al facebook y pongo en orden mis tareas. Empiezo a escribir. ahora toca una obra de teatro, esta es de las gordas, de las q tienen q impresionar verdaderamente. Pongo todo mi ingenio en juego.
Preparo algo de comer, cualquier cosa. Normalmente (si tengo voluntad), una ensalada con algo a la plancha, y si tengo el día vago, pues quizá una pizza q ni siquiera preparo en el horno. Dos minutos en el microondas y al plato. Lo cierto es q se me da bien la cocina, pero no me gusta hacer de comer para mí solo, no le veo sentido.
Después de la comida rápida, un ligero descanso y sigo escribiendo. El ingenio se resiste un poco por culpa de los jugos gástricos de la digestión. No se puede ser estupendo las veinticuatro horas del día.
Salgo para el metro después de la sobremesa, para dar unas clases. Quizá algún día lo demás me de de comer, pero hoy todavía no. Leo cualquier cosa en el vagón, mientras escucho música del iphone. A mi alrededor casi todos llevan cascos también. Pequeñas islas musicales en trayecto hacia cualquier lado.
Termino las clases y vuelvo andando a casa. Más de una hora caminando con mi propia banda sonora. Planifico diferentes formas de salir adelante. Es como un juego de ajedrez, siempre ideando la jugada de la jugada de la jugada. Una cena cualquiera, quizá algo de tele (más probable internet), revisión de correos nuevamente, otra vuelta al texto. Hora de ir a la cama. Nunca es la hora de ir a la cama, lo pospongo de una forma u otra, escribiendo, leyendo viendo una de mis series favoritas, reconozco q alguna vez he acabado rindiéndome al sueño cuando ya era de día. Y el momento llega inevitablemente.
Miro la cama (siempre deshecha, odio hacer la cama con tanta pasión como odio verla deshecha), me quito la ropa (no me gusta dormir vestido, me siento atrapado) y me meto en ella. Y en ese momento me siento más pequeño q nunca, el hueco de la cama coge fuerza, intento llenarlo todo con mi cuerpo pero es inútil, nada puede llenar el espacio vacío. Odio dormir con alguien, pero a veces el hueco mi cama me asfixia más.

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