miércoles, 15 de diciembre de 2010

La rosa y el gorrión



Rosita era la flor más bonita de todo el invernadero con diferencia. Ella nunca le dio demasiada importancia, pero la palpable envidia de todas las demás le hizo consciente de su propia belleza y fue el verdadero detonante de su arrogancia posterior.
- Mírala -decía el jazmín con recelo-, pero quién se ha creído que es, la reina del lugar o qué?
- Déjala -respondía la margarita desdeñosa-, que por muy bonita que se crea es una enana pretenciosa.
Rosita las miraba con la languidez de quien se sabe superior y se dedicaba a sus propias labores, y cuando nadie le prestaba atención dirigía sus pequeñas hojas al sol, poniendo toda su energía en un estéril intento de crecer, pero al cabo de un rato se cansaba y simplemente observaba el cielo.
- Adónde irán las nubes cuando ya no podemos verlas desde el cristal del invernadero? -se atrevió a preguntar un día al viejo y sabio gladiolo.
- Mira que eres tonta -contestó el otro con desprecio-, no existe nada más allá del invernadero. Las nubes simplemente desaparecen.
Rosita no dijo nada y volvió a sus intentos de crecimiento. Nunca más volvió a preguntar, pero por las noches tenía extraños sueños donde se veía a si misma cruzando los cristales del invernadero, y en ese momento, una enorme nada la absorvía.
Un día se coló un gorrión por una ventana. Todas las flores gritaron escandalizadas.
- Qué desfachatez! -refunfuñó indignada la orquídea.
El pájaro dio un par de vueltas en el aire y finalmente se posó junto a Rosita.
- Hola, eres muy hermosa, cómo te llamas?
El primer impulso de la flor fue ignorarlo orgullosa, pero entonces recordó que el otro había venido de más allá del invernadero, justo por donde aparecían y desaparecían las nubes. Además, hacerle caso pondría furiosas a las otras flores y eso era una oportunidad que no podía desaprovechar.
- Rosita -respondió arropada por las exclamaciones de las demás-, y tú?
- Gorrión.
- Encantada. Y de dónde vienes? -preguntó ella con curiosidad.
- Del bosque.
Y se forjó la amistad. Gorrión venía cada día a visitar a Rosita y le contaba cómo era el bosque, los árboles, las flores salvajes, las ardillas, las setas y el charco de ranas. Rosita disfrutaba con las conversaciones enormemente, pero con un hilillo de frustración, porque era incapaz de imaginar cómo eran todas las cosas que Gorrión le explicaba. Era como intentar explicar los colores a un ciego. Un día Gorrión encontró a Rosita triste y meditabundo.
- Qué te pasa, Rosita?
- Quiero verlo.
- El qué? -preguntó el otro extrañado.
- Todo, Gorrión, quiero verlo todo. El bosque, las setas, el charco de ranas, quiero verlo todo.
- Pero Rosita, tu maceta pesa demasiado para mí, y si te arrancara de ella morirías…
- Pero no inmediatamente.
- No puedo hacerlo, Rosita, no me pidas eso!!!
Rosita tomó aire antes de continuar.
- Gorrión, he nacido en este invernadero, no conozco nada más que sus cristales y un grupo de flores envidiosas, nada más. Pero desde que llegaste, sé que hay mucho más allá afuera. Al principio era maravilloso escucharlo todo pero ya no es suficiente, tengo que verlo. Podrías tú vivir atrapado aquí dentro? No me matarás, Gorrión, me darás la vida.
Con lágrimas en los ojos, el pájaro arrancó el tallo de su amiga. Ella miró hacia otro lado, para que no viera su gesto de dolor. Con la flor en el pico, el gorrión salió volando por la ventana hacia el cielo. De camino hacia el bosque, y para maravilla de la pequeña rosa, atravesaron una nube, la sensación era tan increíble que no pudo evitar el llanto.
- No llores, Rosita, por favor.
- Son lágrimas de alegría, Gorrión.
Y entonces lo vio todo. Los árboles, las flores salvajes que la saludaban al pasar, la araña desde su tela y hasta las ranas del charco. Cuando Gorrión notó que a su amiga le flaqueaban las fuerzas, se posó en un claro del bosque y la depositó suavemente en la hierba.
- Es todo mucho más hermoso de lo que me habías contado -dijo ella ya casi sin aliento-, gracias, Gorrión, gracias.
Y murió. El pájaro la enterró con dolor y felicidad y se fue volando sin mirar a sus espaldas. La primavera quedó pronto atrás, el verano dio paso al otoño y este cedió su puesto al invierno. Un año completo pasó antes de que el gorrión pasara de nuevo por aquel claro. Pero al llegar de nuevo la primavera, Gorrión quiso celebrar el aniversario de Rosita visitando el lugar donde fue feliz. Al llegar al claro, encontró que habían nacido cuatro pequeñas y hermosas rosas, todas libres.

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