miércoles, 15 de diciembre de 2010

The night of the living sandwicher



En honor a la verdad, debo decir que no fui consciente de que mi sandwichera estaba viva hasta la noche en que se dirigió a mí. Al parecer llevaba días haciéndose notar, carraspeando cuando yo pasaba, tosiendo al verme ir a por algo a la nevera y hasta silbando, cuando me oía trasteando por el pasillo. Pero es que yo la sandwichera la uso más bien poco, así que no me coscaba en absoluto de sus intentos de llamar la atención. Finalmente, un día me dio por hacerme un sandwich mixto para cenar y, cuando ya tenía todos los elementos sobre la mesa, la abrí y me encontré que la pobre sandwichera estaba en un estado más que lamentable.
- ¿Te parecerá bonito, no? -exclamó de repente.
Me di un susto de muerte. Grité y salí corriendo al pasillo.
- Genial, -siguió hablando ella- ahora lárgate y déjame echa una piltrafa.
- ¿Puedes hablar? -pregunté mientras me asomaba tímidamente por la puerta de la cocina.
- ¿Te extraña? -replicó ella- lo raro es que no pueda andar, con la cantidad de residuos orgánicos que tengo pegados por todas partes.
- Sí -admití yo, todavía algo extrañado de la situación-. Es que el queso fundido es un asco, y se pega un montón. Además, el jamón cuando se quema…
- Déjate de rollos -me cortó ella de manera tajante-, ya sé que le pasa al queso cuando se quema, es mi trabajo. Lo que no sé es cómo hace un humano para limpiarme, porque eso todavía no lo he visto.
Ni qué decir que los colores se me subieron de golpe con aquel comentario.
- Yo… eh -intenté explicar totalmente avergonzado-, es que cuando el teflón se gasta, ya sabes, todo se pega y, bueno, da un poco de pereza limpiar…
- Ajá -volvió a cortarme ella-, ¿y qué pretendes hacer cuando el volumen de residuos te impida cerrarme correctamente?
- Pues, no sé, ¿tirarte a la basura?
- ¿Vas a tirarme aunque siga funcionando sólo por no limpiarme? ¿Acaso no te importa nada el valor que yo tenga?
- La verdad es que me saliste gratis -aclaré yo-. Te regalan con el dominical del periódico.
- O sea, que las cosas sólo tienen el valor que les da el dinero… Entonces, tampoco tiene valor la fiesta sorpresa que te hicieron tus amigos por tu cumpleaños, ni los abrazos, los besos, las caricias, las palabras amables… Si no cuidas y valoras las pequeñas cosas, al final sólo te quedarás con lo que te dé el dinero, y ningún dinero en el mundo puede comprar el amor. Si me tiras a la basura siendo aún útil, estarás faltando el respeto al resto de las personas, a la gente a la que quieres.
No dije nada, no tenía palabras. Simplemente recogí la sandwichera y me dispuse a lavarla en el fregadero. Ella no volvió a hablar nunca más, no le hacía falta. Nuestro entendimiento iba más allá de las meras palabras.

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