miércoles, 15 de diciembre de 2010

Cachitos



El otro día andaba trasteando por casa cuando empecé a notar algo raro, como una especie de vacío en el pecho. En realidad, creo que ya llevaba algún tiempo sintiéndolo, pero son esas cosas de las que no eres del todo consciente, como el zumbido de tu nevera, hasta que un día te pilla relajado y entonces te das cuenta del todo. Era como si tuviera un hueco a la altura de los pectorales, y la sensación que tienes con el estómago vacío, faltaba algo.
Así que, aprovechando que tenía la tarde libre, me dispuse a rebuscar por la casa para ver qué era lo que había perdido. Revolví en los cajones de la mesa de noche, entre los libros de las estanterías y entre los botes de las especies de la cocina. Entonces, encontré algo medio escondido en el cajón de los calcetines. Era un trozo de corazón.
Al principio lo miré extrañado, era mío? y en qué momento lo perdí? El caso era que me resultaba vagamente familiar. Al final me decidí a sacarlo de entre los calcetines. Era un trozo pequeñín, apenas visible, pero cuando lo levanté llevaba colgando una nota: “Rechazo de mi primer amor”. Entonces lo recordé, claro, ese trocito se me desprendió la primera vez que me rompieron el corazón, pero era tan pequeño que apenas si me di cuenta de que lo había perdido. Lo dejé encima de la mesa del comedor y estuve observándolo un buen rato. Era demasiado pequeño, no podría cubrir el hueco de mi pecho.
Así que seguí rebuscando por entre los rincones de la casa. Encontré el segundo trozo detrás del microondas y lo recogí rápidamente, asustado por los daños que podía haber sufrido por culpa de las radiaciones del electrodoméstico. También tenía una notita: “la primera vez que me engañaron”. Ahora lo recuerdo perfectamente, el día que descubrí que tenía un amante se me caýó aquel trocito.
El tercer pedacito lo descubrí en el cuarto de baño, entre los botes de gel y champú. “La primera vez que descubrí que nada es para siempre”, mi primer desamor, aquello se acabó y co ello mis sueños de compartir la eternidad.
El cuarto andaba perdido por entre mi colección de cd’s. “La primera vez que yo fui infiel”. Este lo había olvidado con facilidad, no me gustaba la sensación que me dejaba en la boca. El quinto y el sexto estaban prácticamente juntos. “cuando descubrí que nunca funcionaría por mucho que nos quisiéramos” y “ninguno de los dos estaba dispuesto a ceder”. Me pregunto si tendrían que ver el uno con el otro. El séptimo estaba en el balcón, casi a punto de ser arrastrado por el viento, “cuando comprendí que no podría ser, por mucho que me empeñara”. Es duro descubrir que no todo depende ti.
Deposité todos los cachitos junto al primero en la mesa. Estuve horas mirándolos, recordando cada uno de ellos, los sentimiendos, la pena, la frustración, pero también la alegría, la esperanza, la ilusión. Y al fin me di cuenta, todavía eran demasiado pequeños, aquellos trozos no llenaban el hueco de mi pecho. Faltaba algo más.
Tras horas de búsqueda por cada uno de los recovecos de mi piso, lo encontré. Estaba en la cocina, debajo del fregadero, tras los productos de limpieza. Era significativamente mucho más grande que el resto de cachitos. Mucho más grande. Y al sacarlo también tenía una nota:
“El día que dejé que los trozos de mi corazón roto se perdieran”.

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